viernes, 15 de julio de 2011

Los "indignados" caminan hacia Madrid

Pues sí, la indignación todavía no ha muerto en este país. Y yo me alegro, porque ya era hora de que alguien se levantara de la silla y dijera "hasta aquí hemos llegado".

Para muchos, este movimiento no deja de ser algo meramente anecdótico, un golpe de pandereta más de los típicos de este país. Quizás sea así, pero a mi se me remueve algo por dentro cuando compruebo que la indignación no se ha agotado, cuando veo que todavía hay personas dispuestas a dejar la comodidad de su sofá y lanzarse a los caminos de Dios para defender aquello en lo que creen.

España, más que nunca, necesita gente así, gente que no se resigne, gente que intente de forma activa hacer algo por cambiar las cosas.


El próximo día 23 de julio está prevista la llegada a Madrid de los "peregrinos de la indignación" y, por el camino, van dejando su huella: en Vilafranca del Penedés han animado a los ciudadanos a acudir al pleno e impedir que el alcalde se subiese el sueldo un 20%, en El Coronil evitaron un desalojo y explicaron a los habitantes cómo poner una hoja de reclamación para denunciar la ausencia sistemática del farmacéutico en un pueblo, organizan asambleas populares para hablar del desempleo y la falta de ayudas sociales...

No hay límites de edad para la indignación: niños de 8 años y ancianos de 75 caminan juntos hacia la Puerta del Sol.

Desde aquí va todo nuestro apoyo y simpatía, todo nuestro ánimo, porque con los "indignados" viaja también toda nuestra esperanza de que, por fin, algo cambie en este país.

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